El código agrario de 1815 -tierra libre, hombres libres- fue la más avanzada y gloriosa constitución de cuantas llegarían a conocer los latinoamericanos, de manos de Jose Gervasio Artigas. Surgió, en definitiva, como una respuesta revolucionaria a la necesidad nacional de recuperación económica y de justicia social. Se decretaba la expropiación y el reparto de las tierras de los "malos europeos y peores americanos" emigrados a raíz de la revolución y no indultados por ella. Se denominaba la tierra de los enemigos sin indemnización alguna, y a los enemigos pertenecía, dato importante, la inmensa mayoría de los latifundios. Los hijos no pagaban la culpa de los padres: el reglamento les ofrecía lo mismo que a los patriotas pobres. Las tierras se repartían de acuerdo con el principio de que "los más infelices serán los más privilegiados". Los indios tenían en la concepción de Artigas, "el principal derecho". El sentido esencial de esta reforma agraria consistía en asentar sobre la tierra a los pobres del campo, convirtiendo en paisano al gaucho acostumbrado a la vida errante de la guerra y a las faenas clandestinas y el contrabando en tiempos de paz. Los gobiernos posteriores de la cuenca del Plata reducirán a sangre y fuego al gaucho, incorporándolo por la fuerza a las peonadas de las grandes estancias, pero Artigas había querido hacerlo propietario: "Los gauchos alzados comenzaban a gustar del trabajo honrado, levantaban ranchos y corrales, plantaban sus primeras sementeras", contrariando lo que Sarmiento relataría en su “Facundo”. El reglamento de 1815 contenía disposiciones especiales para evitar la acumulación de tierras en pocas manos.
La intervención extranjera terminó con todo. La oligarquía levantó cabeza y se vengó. La legislación desconoció, en lo sucesivo, la validez de las donaciones de tierras realizadas por Artigas. Desde 1820 hasta fines del siglo fueron desalojados, a tiros, los patriotas pobres que habían sido beneficiados por la reforma agraria. No conservarían "otra tierra que la de sus tumbas". Mientras tanto, su gobierno se aprestaba a celebrar, ya restaurado el "orden", la primera constitución de un Uruguay independiente, desgajado de la patria grande por la que Artigas había, en vano, peleado uniendo fuerzas con Santa Fe, Corrientes y Entre Rios..
En nuestros días, el campo ofrece desde el monocultivo a la concentración de tierras, desde la venta de grandes extensiones a manos de empresas multinacionales incluyendo las de Bush en estos días, a la exportación en manos privadas de nuestros cereales. El espectáculo es siniestro. Aunque el entusiasmo agite los dólares de la entrega, no pasará el tiempo en que el desierto gane los campos yermos. Sólo entonces se les ocurrirá hacer la Reforma, para que la pena y los costos se distribuyan entre los argentinos….
Pero como siempre decimos…esa , esa es otra Historia.
APA: 22 de Enero de 2008