Hacia mitad del siglo XVII,. Santa Fe imponía una costumbre colonial de comercialización y fijación de precios de las cosechas, imponiendo casi un monopolio de compra de las mismas y obligando a a los productores a comercializarlas solo en la provincia. Para tal fin se instruyó el 11 de marzo de 1758 al capitán Domingo Ramírez para que decomisara toda aquella cosecha no declarada o llevado para ser comercializado fuera de Santa Fe. Por supuesto que los rosarinos preferían venderlo en Buenos Aires, no sólo porque conseguirían mejor precio, sino porque la ciudad ofrecía mejores perspectivas para comprar.
Pero Don Pedro de Mihura, alcalde de segundo voto, siguió adelante con las acciones, llegando incluso a multar a los que vendían su producción fuera de la de Santa Fe. Pero algunos no se quedaron quietos y fueron a ver al Gobernador sustituto de Buenos Aires, coronel Alfonso de
El 30 de septiembre de 1758, el coronel De
Es en 1765, la impotencia de Buenos Aires para detener el contrabando hace que designe, sin consultar al Cabildo de Santa Fe, un destacamento para controlar los barcos y botes que recorrían el Paraná y sus islas.
El porteño comandante del destacamento, de apellido Fornell, se queja ante el gobernador recordando la infelicidad en que se halla porque en Rosario todo cuesta el doble que en Buenos Aires y además tuvo que construir una nueva casa porque un huracán destruyó la que antes alquilara. Tras lo cual, el militar pide, discretamente, que se le permita exigir en su provecho personal, la coima de un peso por tropa de carretas, caballos o mulas que pase por Rosario. Con un serio espíritu negociador, Fornell aclara que si no puede ser un peso “cuatro reales o lo que sea, que los pobres nos contentamos con poco”.
Hoy 240 años despues, las costumbres virreinales parecen adaptarse a las epocas, retenciones, cartas de porte y peajes, sieguen siendo las formas del estado para controlar y lucrar con el esfuerzo ajeno.
Pero como siempre decimos…esa , esa es otra Historia
APA. 17 de Febrero de 2009
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